Pedagogía del amor, pedagogía del oprimido y pedagogía del
criarse solo. Bueno, no solo, pero casi.
Será por eso que me da rabia cuando a niños, jóvenes en
realidad, les hacen todo, los atienden como si fueran inválidos o imbéciles. Yo a su edad hacía todo sola. Quizás es envidia,
no sé.
“Es que tengo que servirle la comida”, “Es que hay que
pasarle la ropa para que se cambie” Patrañas! Si ya está grande, yo a mi papá
le sirvo la comida pero porque está viejo y cansado, un cabro joven y con
energía no necesita que le hagan esas cosas. Ni mi tata es tan bien atendido
como ellos.
Y después se quejan de por qué no se van de la casa de sus
padres, la respuesta es obvia.
Sí es envidia.
Ya es muy tarde para cambiar en todo caso.
Quinto básico! Hay que hacer el almuerzo o al menos ayudar,
llegar a lavar y tender ropa o a recogerla., doblarla por su puesto y “nada de
dejarla en el sillón” porque “si va a hacer el trabajo mal hecho, mejor no
lo haga” (claro, como si hubiera otra opción). Hay que hacer las camas,
sacudir, llevar el almuerzo a la “patrona”, servirle al “patrón” y como yo soy
la que está “desocupada” a mí toca ¿cierto?. Es que no hay otra opción, es lo
que te tocó ¿por qué te tendrían que dar las gracias?
“¿Qué? ¿Bajaste las notas?, pero si lo único que tienes que
hacer es estudiar ¿cómo tu hermano?”.
Es lo que nos tocó. Nunca darán las gracias.
Es lo que me corresponde.
Criarse solo y responsable. No hay excusa. “¿cómo que
fallaste si tienes todo para hacerlo bien”. “Tienes mala voluntad”.
Eso es, mi voluntad, nunca fue mi voluntad, sólo mi obligación.
“¿qué quieres estudiar afuera? No, de ninguna manera, donde
mis ojos te vean.”
Sueños coartados.
Es que me portaba muy mal. Si, demasiado mal, probablemente
era como un delincuente que se sacaba malas notas y que no hacía nada en la
casa. Eso era.
De todo, lo que menos me importaba era estar sola. Era
perfecto, nadie me molestada ni mandaba. Podía sentarme, pensar, descansar
porque me cansaba de todo, de la vida.
Agradezco haber tenido a alguien con quien sufrir. Teníamos
pena, rabia, era tan injusto todo. Mientras nuestros compañeros llegaban a
descansar, nosotras llegábamos a ser dueñas de casa y pobre de nosotras si
alegábamos. Mejor dar gracias porque nuestra infancia podría haber sido peor.
Gracias! Gracias! Muy agradecida.
Bueno, en realidad, sí pudo ser peor. Pero eso no le resta el valor negativo de haber tenido que hacerse cargo de algo que no te correspondía. Yo te entiendo mucho, ¡somos tantos los que vivimos cosas que no nos correspondían!
ResponderEliminarEntiendo tu rabia y la apoyo.
Bien dicho.
Lo bueno es que queda la esperanza de que ahora puedes echarte a hacer nada y nadie debe huevearte.