Es verdad eso de que las artes nos hacen seres más felices. Yo me siento feliz cuando bailo. Como que la sonrisa me nace sola porque lo disfruto, no porque sea necesario sonreír.
Es algo que no puedo dejar de hacer, toda mi vida he bailado y, si bien es cierto no soy la mejor, es algo que me gusta demasiado como para dejar de hacerlo. Agradezco a mis papás también por haberme fomentado el baile, yo sé que ellos se sienten orgullosos y se nota porque me apoyan y le dicen a toda la gente que yo bailo.
Una señora, amiga de la familia llegó el otro día a la casa y dijo: ay! Que está bonita esta chiquilla!!! Y mi papá le dijo: si, es que sabes lo que pasa? Es que la pauli está en un grupo folclórico de su universidad y por eso se mantiene bien- Esa onda-. Yo no sé que tanta influencia física tenga el baile en mi, pero si sé que me hace sentir viva, viva porque se siente eso que se baila, es como transformarse en las notas de la canción y dejar de existir en las cosas banales de la vida.
Que triste que ahora vengan las vacaciones y que para el otro año sea casi imposible entrar en un taller extra programático de baile ¿Qué voy a hacer? Obligada a bailar en el baño como toda la vida cuando tengo ganas de bailar. Yo creo que si hubiera sido más delgada, hubiera dedicado mi vida a bailar, porque es bonito… a la mierda si es una carrera corta o si pagan poco, lo importante es que hubiera sido feliz. Pero bueno, no sirve lamentarse por algo que no es. Tengo que aprovechar lo que tengo, y creo que hasta ahora lo he aprovechado bien. Yo siento que sé harto de baile, siento que puedo traspasar esa pasión a otros, así que cuando sea profe (una profe bacán, así shuper locah) yo quiero hacer un taller de baile en los colegios. Así, podría mostrarles a los jóvenes que no sólo con una volah’ se pueden olvidar de los problemas y del mundo, sino que también existen cosas más bonitas y gratificantes como bailar.
Bueno, ya basta por hoy. Sólo por hoy. Porque bailaré hasta que las piernas no me den más de vieja.
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