Vengo de un pueblo donde todavía se desfila para fiestas patrias. Mi hermano mayor tenía su primer desfile. Para los no provincianos, esa es la fecha perfecta para acumular fotos. Mi mamá acompañaría a mi hermano. Ya saben, arreglar la corbata, comprarle algo si le daba hambre y lo más importante: estar atenta al término del desfile para llevarse a mi hermano antes de que se perdiera entre la gente. Con tanto que hacer, yo no podía ser parte de ese tremendo caos. Mi papá debía hacerse cargo de mí, al parecer, era la primera vez que debía hacerlo. Recuerdo a mi papá peinándome. Yo andaba con un vestido azul con puntitos blancos, pantys de lana y zapatos a tono. Creo que esos dos “cachitos” en mi pelo tomaron más del doble del tiempo normal. Hizo uno, hizo el otro, deshizo el primero, los enderezaba. Hasta que estuve lista. Debo haberme visto hermosa. Al llegar al desfile, sólo recuerdo haber visto: traseros. Muchos traseros y espaldas de la multitud. No veía nada del ...
Recuerdo haber tenido unos 4 o 5 años. Con mi hermano estábamos jugando en la pieza de mis papas. Probablemente nos habían mandado a hacer la cama y obviamente encontramos algo más divertido que hacer. De pronto suena el timbre. No nos gustaban las visitas. Siempre nos escondíamos para no tener que ir a saludar. Mi mamá salió a abrir la puerta, siempre entraba rápido. Si era un vendedor lo despechaba rápido y si eran visitas los hacían entrar y por consecuencia nosotros debíamos ir a saludar. Pasaron quizás 5 minutos y mi mamá no entraba. Era extraño, pero cuando niño uno no se cuestiona tanto las cosas. De pronto las voces de la calle, se oyen más fuerte. Una voz que no recocíamos y la de mi mamá: “no, no, aquí no te puedes quedar”. No sé cómo, pero en cosas de segundos entro una mujer a mi casa, grande y corpulenta, se acerca a la pieza donde estábamos nosotros. Recuerdo que sentí miedo, a pesar de que la mujer no nos miró, fue como si nos hubiéramos vuelto invisible...